Siento una tristeza profunda al ver cómo mi hogar ha cambiado. Cuando era niño, iba con mis padres a la playa y recuerdo la sensación de libertad, el mar tranquilo y la arena desierta. No había coches aparcados ni multitudes. Pero ahora, todo eso está desapareciendo. Las playas están abarrotadas y las viviendas se han convertido en alojamientos vacacionales inaccesibles para los que vivimos aquí. Me asusta pensar que las futuras generaciones no podrán vivir la misma infancia tan plena que yo tuve. Ojalá las instituciones o aquellos poderosos que mueven los hilos actúen ya para remediar esta situación tan grave antes de que sea irreversible. Antes de que perdamos por completo nuestra esencia.